Mi tele se llama LG, el
portátil HP, la
grabadora Olympus, el
transistorSony,
la cámara Canon, el
lector Amazon; Apple, la tableta y el
reproductor musical, el coche Toyota, el GPS Garmin, la impresoraEpson, la miniconsola Nintendo y la videoconsola Microsoft, la mochila
de viaje Toshiba, el
teléfono inalámbrico Panasonic, y
el móvil, que me proporciona la empresa, Samsung. O sea, que el pregonado ecosistema (una red
común para todos los aparatos, por supuesto de la misma marca) no va conmigo.
Nada de tribus, sean de maqueros, androides o mormones. Pero en esa cayó en mis
manos un cacharro que no era ni tableta ni móvil, donde los dedos cabían en las
teclas y los mensajes se leían sin ampliar pantalla. Era el Samsung Note I.
Ahora acaba de aparecer la segunda generación, el Note II. Y, confieso,
soy un fan, más aún, un product evangelist que diría Forges, o
sea, que al que veo le enseño y aconsejo este teléfono como un samsunguerocualquiera.
Después de trajinar con él una semana, la conclusión: espectacular.
El prejuicio de entrada es físico: su tamaño y su peso; pero cabe en la
mano y en el bolsillo del pantalón (en el caso de los hombres) y su peso es de
solo 15 gramos más (batería incluida) que el habitual. La mayor pega estética
es su tapa de plástico. Cuando se abre y se cierra para colocar tarjeta y
batería da un poco de grima pensar que un aparato de 700 euros tenga una
carcasa de juguete.
La pantalla con sus 5,5 pulgadas es espectacular. Para valorar su tamaño
basta recordar que la consola Nintendo 3DS, tamaño XL, tiene una pantalla de
4,88 pulgadas. La pantalla, pues, para jugar es más que suficiente, pero
también para ver vídeos y películas en alta definición. Y el reciente iPhone 5,
que ha agrandado pantalla, llega a 4 pulgadas. Una diferencia enorme; en muchos
casos, del ver al intuir. Por primera vez, me ha tentado descargarme una
película en un móvil.
La grabación de emisoras de radio es elemental, desde luego muchísimo
más fácil que en las radios de los automóviles. Y el auricular hace de antena,
es decir, que no es radio a través de Internet, que va y viene en función de la
cobertura. Aunque es normal en los móviles, conviene destacarlo porque no
ocurre con los iPhone, otra de las excentricidades de esta marca.
La cámara fotográfica, de 8 megas, puede disparar ráfagas de ocho
imágenes y elegir luego la mejor. En el caso del vídeo tiene la posibilidad de
crear una segunda ventana para encuadrar algo que quedó en segundo plano y así
seguir esa escena también. Por supuesto basta poner el dedo en la pantalla para
que el fotograma se guarde como foto. Todo esto, pese a lo que pueda parecer,
se ha pensado para torpes como el suscribe. Y sin manual alguno.
Pese a todas las posibilidades que tiene este smartphone, al
igual que otros muchos, nada tan destacable, agradecido y difícil de conseguir
como la simplicidad. Samsung ha hecho realidad con la tecnología
comportamientos humanos elementales. Ni aplicaciones ni otras zarandajas, nada
hay más natural que poner el móvil boca abajo si no quieres que te molesten. No
suenan llamadas, ni mensaje ni whatsapp.Este avance ridiculiza la
novedad del servicio “no molesten” del iPhone. Con el Note II, basta ponerlo
boca arriba para que, acabada la reunión, vuelvan a sonar los mensajes
entrantes. Si se recibe un mensaje y se quiere hablar con el remitente, con
llevar el aparato a la oreja se establece la llamada telefónica (por supuesto
si el número del móvil está en la agenda).
En el caso de la agenda, no solo avisa de las citas, sino que advierte a
qué hora tienes que irte para no llegar tarde, adjuntando mapa del recorrido.
Son avances que quizás también hay que atribuírselos a Android, tanto me da. Lo
que quiero es un aparato que me resuelva la mayoría de mis necesidades de una
forma natural, y el Note II lo hace.
Pese a tantas funciones, Samsung promete que la batería dura unas 12
horas. No lo he comprobado a pleno rendimiento, pero aguanta bastante más que
mi actual Samsung, y eso que nunca conectaba GPS ni datos ni reproducía vídeos.
Finalmente, otra de las singularidades del Note II es su lápiz. No le he
pillado el tranquillo. Y ya es triste reconocer que falta maña para manejar el
puntero. En los años 90, no se podía vivir sin el puntero de la famosa agenda
Palm. Luego llegaron las pantallas táctiles y nos olvidamos del lapicero. Con
este se pinta, se escribe, se juega...pero, de momento, es un accesorio.
Prometen en el futuro aplicaciones, pero salvo escribir o teclear con mayor
precisión, diría que su tiempo ha pasado. Incluso los niños prefieren pintar
con el dedo. Me sobra.
Finalmente, las posibilidades de estos smartphones exceden
en mucho al servicio que le suelen hacer sus propietarios. La clave es que
resuelvan, con sencillez, sin muchos pasos ni clics ni instrucciones, lo que
quiere el humano. Y el Note II, por su tamaño y por sus aplicaciones
(sean Samsung sean Android), lo consigue. Es el más grande.
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