Es calculador. Frío, inteligente.
No da un paso en falso nunca. No se lesiona. Cuatro airbags protegen sus
rodillas y codos. Mide 1,78 y su peso ronda los 70 kilos. Tiene los pies
sensibles como plumas. Cuando camina lo hace suavemente, tanteando el suelo,
como si pisara la arena de una playa. No hay otro igual. Es un ejemplar modelo.
Único en su especie. La esperanza para más de 25 millones de condenados a
sillas de ruedas. Es el hombre de hierro. La estrella no vista (hasta ahora)
del Mundial. Un exoesqueleto controlado por la mente.
El jueves, poco antes de las
17:00, hora local, en el Arena Corinthians de São Paulo, un joven parapléjico
brasileño se levantará de una silla de ruedas, caminará hasta el centro del
campo y dará la patada inteligente al Brazuca, la bola con la que Ronaldo,
Iniesta, Messi o Neymar intentarán llevarse el torneo. El 20 Mundial de Fútbol
quedará oficialmente inaugurado. En juego no sólo estarán atletas de carne y
hueso. También un hombre conectado a una máquina.
Cada uno de los 25 pasos del
paralítico elegido, que irá caminando desde la banda al epicentro del
rectángulo verde, quedarán para siempre grabados en las retinas de los 3.400
millones de testigos que se estima asistirán al momento de gloria por
televisión. «Esos 25 pasos supondrán un gran salto para la humanidad», resume a
Crónica el neurocientífico Miguel Nicolelis, padre de la criatura,
parafraseando a Neil Amstrong tras pisar la luna.
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